Nuestra
socialización política comienza desde el momento que nacemos y comenzamos a
formar parte del mundo. En una primera instancia se configura a partir del
contacto directo con nuestras familias, y luego a partir de las interacciones que
realizamos en otros espacios donde nos involucramos de manera fortuita o voluntaria.
Nací en una
familia autodenominada de derecha, de
modo que mi infancia y parte de mi adolescencia se vio envuelta en esa ideología.
Recuerdo crecer sin saber que significaba ser de derecha y que las ideas de mi familia desde ese posicionamiento
rondaban en mi cabeza sólo porque las escuchaba en conversaciones de casa o en
reuniones familiares.
De política de forma
explícita, nunca se habló.
Me acuerdo de las
elecciones - presidenciales y municipales - como una fecha importante en las que con mi hermano siempre acompañábamos
a mi mamá. De camino yo siempre insistía en saber por quién iba a votar, no con
un fin en específico porque la verdad no tenía idea que significaba un
candidato u otro, pero quería saber, y siempre recibía como respuesta: el voto es secreto. Cuando en la fila de
la mesa yo seguía preguntando, me daba sólo un apretón fuerte de manos y una
mirada de ya cállate, y si de vuelta
a la casa continuaba insistiendo, mi mamá se molestaba y me decía para que quieres saber si ya voté. En
realidad, nunca entendí el porqué de tanto misterio o porqué se molestaba
cuando yo preguntaba, pero de cierto modo esa fue una de las primeras
experiencias que motivó mi interés por averiguar acerca de la política.
El año
2005 cuando fueron las elecciones presidenciales, se repetía la escena, y
decidida a saber por quién había votado mi mamá - porque ella otra vez no me quería
decir - al llegar a la casa me empecé a fijar en quién ponía atención
cuando se hacía el conteo de votos en la tele y me dediqué a escuchar sus
comentarios al aire; logré tener mi sospecha y fui donde mi hermano para
preguntarle directamente por quién había votado la mamá, ya que así iba a poder ratificar lo
que creía, pero su respuesta, que de algún modo era esperable, sólo fue algo como, que te importa pa que insistis tanto; pero a mi, que la intriga sólo me volvía
más insistente, me hizo repetir, repetir y repetir, hasta que me dijo un nombre y que justamente,
coincidió con mi sospecha.
Me acuerdo que
llegué al colegio a preguntar por los candidatos y qué significaba votar por
uno o por otro, y si bien tenía 10 años y debió ser muy poco lo que entendí,
recuerdo que al menos empecé a tener
nociones de lo que era la derecha y
la izquierda, que candidatos se asociaban
y con ello, saber cuál era la ideología política de mi familia.
Camila Améstica