Mi relato tiene lugar en las movilizaciones
estudiantiles del año 2011. En ese tiempo, yo cursaba tercer año medio, en un
colegio particular subvencionado en Puente Alto. Recuerdo que la
postura que tenía el colegio frente estas temáticas, era de completa exclusión,
es decir, decidía no participar. Con ello, no se nos
permitía adherir a los paros ni a las marchas. Como curso, no nos sentíamos respaldados por esta
decisión, así que organizábamos jornadas donde se pudieran conversar las
problemáticas, aunque el establecimiento no estuviese de acuerdo. En una de
esas ocasiones, se decidió no entrar a clases y yo estaba bastante nerviosa,
porque sabía que mis padres no aprobaban estas formas de proceder, así que decidí
avisarles, pero me amenazaron con que si no entraba al colegio me iban a sacar
de él. El discurso siempre era el mismo; “Camila, tú vas al colegio a estudiar,
no a meterte en política, ese no es tu deber”.
El tiempo fue pasando y me sentía en una
encrucijada; por un lado, mis compañeros y compañeras me incitaban a participar
y me juzgaban constantemente cuando no asistía a las movilizaciones, por otro
lado, mis padres me amenazaban y presionaban, apoyando las decisiones que
estaba tomando el establecimiento; que básicamente consistían en reprimir las
formas de pensamiento diferentes.
El colegio al cual asistí durante mi enseñanza media |